miércoles, 23 de septiembre de 2009

El viajero... I de III

Para protegerse de la lluvia, Adán se apeó de su montura. Ató el caballo a la reja y se dirigió a la entrada del templo.

En el pórtico ya no se mojaba, pero sintió mucho frío, por lo que empujó la enorme puerta y entró.

Después de deambular en la nave principal un rato, se detuvo a observar el retablo dorado, consagrado a la diosa protectora del recinto.

El retablo era imponente, la diosa estaba representada en su vestido de gala. Su cabeza estaba cubierta con una corona y se encontraba rodeada de cervatillos y ardillas. En una de sus manos, sostenía hongos silvestres, símbolo de la espiritualidad.

Adán se sintió reconfortado por la presencia de la figura de la diosa. Decidió que esa noche, dormiría junto al retablo. Pensando que de esta forma estaría protegido por la diosa.