viernes, 23 de octubre de 2009

Leo Fender 2/3

Gaia tocó la puerta, estaba ansiosa, hacía una semana que no veía a Tina, su novia. Del otro lado de la puerta, Tina estaba más ansiosa aún, había redecorado la casa que compartian la joven pareja de diseñadoras de moda.


Tina abrió, sonriendo abrazó y besó a Gaia. Caminaron juntas por el pasillo, hablando alegremente. Al entrar al living Gaia enmudeció. Se paró enfrente del cuadro del beduino, la guitarra Fender y el desierto de fondo. Se sentó en el respaldo del sofá, abrazó el almohadón estampado con la foto de un gato y suspiró. Sin decir nada, descolgó el cuadro. Tina, trató de impedírselo. Forcejearon un poco. Empezaron a hablarse, despacito y al oído, mientras forcejeaban. Empezaron a subir el volumen. Gritaban.


Gaia, se alejó gritando, insultando al beduino, al cuadro y a la dueña del cuadro. Cruzó la puerta y siguió por el pasillo. Miró la cocina, el cuarto de juegos, el baño y el dormitorio. Se tranquilizó al ver que no todos los cuadros habían sido elegidos con el mismo criterio. Hasta pensó que el edredón multicolor era lindo. Desde la cama, sonrió viendo el espejo (dorado y de cuerpo entero) que estaba al lado de la mesa de luz.


Tina, sentada en el piso, miraba el cuadro. A ella, sinceramente le gustaba ese cuadro. La divertía ver a una especie de Lwaurence de Arabia tocando una viola fender en un lugar donde no hay electricidad. Pero amaba a Gaia, a pesar de sus habitos y desplantes. Si ya habían estado juntas por tres años, sería una estupidez pelearse por ese cuadro. Se paró, se dirigió a la cocina y sacó un yogurt de la heladera. Al cerrar, leyó el cartel de "LOVE IS THE DRUG" que había en la puerta. Sonrío satisfecha y se fue a la cama, sabiendo que Gaia la esperaba, ya tranquila.


Recostada sobre la espalda de una Gaia durmiente, Tina pensó en unos familiares en el campo, que carecían de parámetros para diferenciar lo lindo de lo feo. Pensó en que hacía años que no los visitaba, a pesar de todas las cartas (que ella nunca contestó) que le mandaron y a pesar de lo mucho que la querían.


Al día siguiente, el cuadro estaba en la ruta 71 rumbo a Hungerford .

El viajero... II de III

En sueños, él se encontraba en un bosque,junto a un gran lago. Estaba a pie y el peso de su alforja lo vencía. En el bosque, reinaba el silencio, sólo interrumpido por algún pájaro o el crujir de alguna rama bajo la pata de un ciervo. Detrás de un roble, la diosa tomó cuerpo.

Ella era alta, de una delgadez que lindaba la enfermedad. Su cara era hermosa. De rasgos suaves, pelo rubio y ojos verdes. Tenia puesta una pollera roja con un faldón verde. El torso cubierto con un manto azul marino. La cabeza coronada con laurel.

Adán la miraba estupefacto. Ella lo tranquilizó diciéndole que ella cuidaría de él, pero que se cuidara de no ofenderla. Él le prometió devoción eterna. Ella sonrió y lo invitó a nadar.

Ya en el agua los dos, nadaron riendo. Ella nadaba con la elegancia de un cisne. Él trataba en vano de alcanzarla. Al ver en todo su esplendor y desnudez a la diosa, la promesa antes realizada quedó sepultada por el deseo y el amor. Adán sentía un amor purísimo. Pensó que ella entendería.

Él la alcanzó apenas llegaron a la orilla. La tomó por la cintura y trató de besarla. Ella se asustó y gritó. Adán se despertó por el frío. Estaba empapado y desnudo, recostado en un zanjón. La cabeza apoyada del lado de afuera del muro del templo. El viajero, aterrado, emprendió camino, tiritando de frio y de miedo, sin mirar nunca atrás.

jueves, 22 de octubre de 2009

Interior_bar_b.aires_14:45:54_18/10/2010_versión008.avi











El firmante declara haberse
Estamos callados hace tres minutos. Segu
impuesto de las condicione
ro pide algo. No por nada me arrastró acá
s generales, las que declara
, a este inmundo café (su preferido) si no
conocer en todas sus parte
es para pedirme algo. O incluso peor, par
s y afirma que las informac
a reprocharme algo, como cuando me ret
iones dadas son completas
ó por llegar tarde ese día, diciéndome qu
y exactas, aún cuando no es
e le había prometido que no iría nunca má
tén escritas de puño y letra.
s al casino. ¿Cómo se habrá dado cuenta d
En tal caso, se compromete
e donde venía yo? Seguro que el botón d
a efectuar el cumplimiento
e José le dijo. Sonríe, aquí viene el planteo
correspondiente a cada pro
. Por la cara que tiene es mas bien un repr
mesa acordada según reuni
oche. ¡Que linda que es cuando se pone s
ones anteriores entre las do
eria! Lastima que a veces es tan jodida. T
s partes interesadas.
odavía no entiendo por qué se enojó anoch


-No te quiero más-
-¿Como?-
-Que no te quiero más, Sebastián. ¿Como no te vas a dar cuenta? Hace meses que las cosas no están bien. Vos no querés cambiar. Ya no sé que hacer. Me vuelvo a Tucumán hoy-
- ¿Te estás escapando? No entiendo. ¿No sos feliz?-
-Si te digo que te dejo, es evidente que no soy feliz. No te quiero más. Perdoname. -
-Es por José. Te vas con él. ¿Por qué?-
-José no tiene nada que ver. Me vuelvo sola. Chau Sebastián-







[Una mujer de unos veintiocho años se incorpora de su silla, toma su cartera y se pone la campera. En la misma mesa, un hombre de unos treinta y dos años mira la escena. La mujer ensaya una sonrisa, trata de decir algo, pero desiste y se retira. En la mesa el hombre mira la taza. Juega con el azúcar y con las migas desparramadas en la mesa. Tamborilea con los dedos.]