miércoles, 18 de marzo de 2009

S/T



"Un martes a las tres, la gente duerme", pensaba Juan mientras se internaba en los oscuros pasillos de la mugrosa villa. No se podía seguir con el auto, así que se arriesgó a entrar a pie.
Ya había estado ahí antes. Pero era la primera vez que entraba sólo y de noche. Ninguno de sus amigos lo hizo. Nunca escuchó de alguien que lo haya hecho. Él suponía que era el primero en hacerlo.
"El primero, el primero", la palabra daba vueltas en su cabeza. Él jugueteaba con esa palabra, para distraerse, para escaparle al miedo. Miedo que crecía de forma exponencial a medida que se alejaba del automovil.
"El primero, el primero. El primero o el ultimo, la bala te la ponen lo mismo. Mirá si cuando me roben me van a preguntar si soy el primero en venir a esta hora sólo". Juan se lamentaba, miraba las sucias casillas de techo de chapa, los charcos de aceite en el piso.
Cuando estaba pensando en salir, en volver mañana, tropieza con unas chapas. Las tira al piso.
Un perro se despierta y ladra. Es un Doberman musculoso, seguramente robado y entrenado para matar.
Imposible avanzar.El perro guarda con fiereza el estrecho pasillo. Se interpone entre Juan y su automovil. Si corro me devora, piensa mientras mira resignado los incicivos del animal.
Ante la temblorosa pasividad del intruso, el perro empezó a ladrar con mas fuerza y bronca. Salpicando de baba y avanzando lentamente.
Cuando el terrible animal se disponía a saltar sobre Juan, una luz se prendió en una piecita. Un gordo barbudo y semidesnudo apuntó un revolver y disparó.
El cráneo del animal recibió el impacto y un chorro de sangre manchó el saco de Juan. Este, presa del pánico corrió a buscar refugio detrás de unos cajones de cerveza.
Al eco del estampido le siguió el silencio. Una puerta se abrió. Un chico de unos veinte años miró el cadáver y lo abrazó llorando. Insultó y gritó hasta quedar afónico. Desde la oscuridad se escuchan murmullos. Poco a poco el pasillo fue ganado por una multitud de personas. Algunos en calzoncillos, otras en camisones. En algunos puntos de la multitud empiezaron las discusiones. Juan, silenciosamente se arrastró. Aprovechó las sombras para escabullirse. Cuando encendió el auto, se dijo con resignacion -Yo sólo quería una tiza- y, subiendo la música, aceleró.

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