jueves, 5 de marzo de 2009

Alcohol, Bollocks & Chevys


Cuando llegué al lugar, sonaban los Stray Cats. Nunca vi tantos jopos juntos. Nunca vi tantos borceguies juntos. Nunca vi un lugar tan raro como AB&C Club.

Una vez adentro, me acodé en la barra, pedí un Jhonnie Walker Red Label y miré el extraño lugar. Las paredes eran de ladrillo a la vista, las puertas no tenían marco, eran huecos en las paredes. Los pisos estaban cubiertos de vidrios rotos, supongo que producto de alguna pelea o sólo de la locura del lugar. El lugar era pequeño pero no asfixiante. Un mono jugaba con una navaja en la barra, ante la atenta y risueña mirada de todos los parroquianos. Al simpático monito parecía no molestarle la altísima intensidad sonora que emitía lo que parecía ser un parlante gigante, que ocupaba toda una pared. Cuando me acerqué, note que no era un solo parlante, si no una pared completa cubierta de amplificadores marshall. Después del tercer whisky, me decidí a seguir mi recorrido por el lugar.

Perdí media hora de mi vida admirando toda una pared consagrada a Bettie Page. Había fotos de ella con un látigo y sus infaltables porta ligas, arriba de un escritorio en una sugestiva y felina pose, desafiando a la cámara con una mirada cargada de lujuria. Había dibujos que iban desde garabatos casi infantiles hasta retratos semi profesionales.

En los baños encontré un reconfortante olor a marihuana, que tapaba toda hediondez emanada por los cinco mingitorios sanos, dos rotos y uno tapado de orina, papel y detritus. Un joven de unos dos metros orinó en el lavabo. Supuse que fue en protesta por la falta de higiene del lugar. El baño de mujeres no era mejor, un charco oscuro en el piso les daba la bienvenida a aquellas que se atrevieran a entrar. Enfilé hacia el único box que parecía desocupado. Apenas entré noté por que estaba desocupado. Faltaba el inodoro, pero eso no representaba ningún problema para mí. Sólo me costó un poco acertar en el agujero del piso.

Cuando salí de los baños, me dirigí hacia la pista. Un enorme grupo de gente ( la mayoría parejas) bailaban rock and roll. Me sentí en una cápsula de tiempo, parecía que había vuelto sesenta años atrás. Me sentí feliz de estar en un lugar así. En el escenario, un baterista tocaba solamente un redoblante, tres platillos y un bombo. El guitarrista estaba escondido detrás de una guitarra que parecía desproporcionada. El contrabajista, en cambio, parecía ser demasiado grande para su contrabajo.

El cansancio (o el alcohol) me venció cuando la banda fue a un intervalo. Por lo visto, iban por otra botella de ginebra y unas lineas de coca. Decidí salir del lugar después de tratar (sin éxito alguno) de encamarme con alguna de las muchisimas polleras largas que deambulaban por el lugar. Al salir, me sentí un maldito vampiro. El sol me quemaba los ojos, la piel.
Después me di cuenta que yo no era nada más que un aficionado, en comparación con los cien seres que todavía bailaban adentro.

1 comentario:

Vassilaco dijo...

Gracias por tan agradable visita. Y mejor la inocencia, corromperla es más divertido... ¿Te intimido? no te preocupes, nuestros cuerpos desnudos se encargarán. Me debes la ginebra, y otras cosas.