miércoles, 11 de febrero de 2009

A un amigo.






Cuando el patrullero llegó al descampado, Don Zoilo estaba en cuclillas y de espaldas. Sobre sus muslos posaba la cabeza un perro, como condoliendose del dolor de su dueño. El viejo hablaba bajito, acariciando la cabeza de Palomo, el caballo blanco que estaba postrado en los yuyales.
El oficial Marconi tuvo que tocarle el hombro para que Zoilo se dé vuelta. El hombre se secó las lágrimas con la manga, puso una mano en la cabeza del perro y levantando la cabeza miró con pena al que, sin duda, no comprendia su congoja.
El caballo luchaba por incorporarse, pero las ancas permanecían inmóviles.
El oficial Bermudez ayudó al anciano a reincorporarce. Después miro al animal convaleciente y se sorprendió de lo musculoso y hermoso que este era.
-Nos dijeron que lo vieron con un machete, abuelo, ¿que está tratando de hacer?- dijo fríamente el Marconi.
- Usté no comprende, se me lo ha caído a un pozo. Qué quiere que haga, la pata de atrás, muerta. Él respira por que es fuerte, pero de la cadera para atrás, muerto. Mireló como sufre.
- No me contestó, ¿que pensaba hacer?- re-preguntó el oficial, aunque ya sabia que pensaba hacer el que para él, sólo era un portador de arma blanca.
-Y... Sacrificarlo, para que no sufra... Imaginese usté, yo con él trabajo, comparto el día, lo veo mas a él que a mis hijos.
- ¿De qué trabaja usted?- interrumpió Marconi.
- Cartonero...
- ¿ Como hace para tenerlo tan bien?- Preguntó Bermudez, sacando por primera vez la vista del caballo.
- En casa somos tres, el Palomo, el perro y yo. ¿Sabe usté las veces que yo tomaba vino y el Palomo comía avena? Nunca tuve para un veterinario, pero tengo un sobrinito que es jockey, y algo entiende de caballos, él me lo veia.
Marconi sube al patrullero para pedir instrucciones al comisario. Metele un tiro, le responden. Marconi pregunta que hacen con el cadáver, que seguro que el viejo va a querer la carne. Que se la lleve, si no la quiere llamamos a los de la municipalidad. Marconi cierra la conversacion diciendo, como no la va a querer, si el viejo tiene un hambre...
- ¿Como va a trabajar ahora?- seguía su conversacion Bermudez cuando Marconi lo interrumpió remontando su reglamentaria.
Palomo empezó a relinchar y a moverse, presa de los nervios.
- Alegrese, abuelo, no va a sufrir mas el bicho este- dijo mientras le apuntaba al animal entre los ojos. Bermudez dio cinco pasos hacia atrás, pero Don Zoilo se acercó aun más al animal.
-¡Espere!- dijo tomando suavemente del brazo a Marconi - déjeme que me despida- pidió. Ante el silencio del oficial, Zoilo acarició en la cabeza a Palomo, le habló y este se tranquilizó.
El estampido del arma se hizo eco en los monoblocs. El viejo lloraba en silencio, Bermudez miraba el caballo y Marconi miraba su reloj.
- Si quiere la carne, se la queda- cortó el silencio Marconi.
- No, no, no, como lo voy a comer al Palomo,¿ no lo pueden enterrar o algo?
- No se preocupe, ya nos encargamos, valla nomás, valla- dijo Bermudez, palmeando al viejo en el hombro.


Al día siguiente, los dos oficiales fueron al descampado. Tenían que asegurarse de que los de la municipalidad habían hecho su trabajo. Al llegar al lugar encuentran un sulki, lleno de cartón.
- Debe ser del viejo, si no tiene caballo, para que le sirve el carro- comenta Bermudez, bajandose del patrullero.
- Hay que llamar a los de la municipalidad, para que vuelvan y se lleven el carro- sentenció Marconi, siempre pragmático.
Bemudez pensó que el viejo se suicidó. Marconi pensó que el viejo era un hijo de puta por dejar tirado el carro. Ninguno de los dos volvió a ver al viejo.

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